A mover el Cúcuta, Boca
Si la valoración de ciertas jugadas se calculara en dinero, Caranta se habría hecho millonario con ese manotazo brillante con el que evitó un gol de Cúcuta antes del primer minuto de juego. Un ratito antes, todo el repertorio copero, cualquier artilugio que un equipo local pudiese pensar para recibir a su rival, había sido tirado sobre la mesa por parte de los colombianos: la manga por la que Boca transitó su camino al campo se desinfló con los jugadores adentro; la cancha mojada producto de una reciente regada, las tribunas que ardían, los fuegos artificiales que aturdían tanto como la música... El estadio era un infierno y no estaba encantador para Boca. En ese marco tan adverso, un gol habría sido un golpe duro. Pero el manotazo de Caranta mandó al córner el balazo lanzado desde la frente de Blas Pérez, y enfrío la caldera.
Si la valoración de ciertas jugadas se calculara en dinero, Aldo Bobadilla iría a la quiebra y quedaría pobre por esa salida apresurada, conceptualmente sin sentido, que dejó su arco vacío. Nada menos que su arco, el bien más preciado que debía proteger, y desguarneció por intentar achicar a Blas Pérez a pesar de que el Cata Díaz venía cerrándole el ángulo de tiro. Quizás, igual, el Tanque panameño hubiese metido un derechazo envenenado como aquel cabezazo a quemarropa que manoteó Caranta. Pero, de haber estado en el lugar indicado, Bobadilla lo podría haber sacado como antes su compañero, al que una contractura en el aductor derecho lo marginó para el segundo tiempo.
Así, con las cosas 2-1 abajo, Boca empezó a perder la brújula, y se empañaron los lentes con los que el equipo veía claramente el partido, pese a que no lo estaba ganando. Desde la cabeza de Riquelme, esta vez no tanto como otras desde sus pies, todo funcionaba y encajaba, porque lo ayudaba Banega, jugando rápido, o Ledesma, yendo y viniendo incansable y con la calidad necesaria como para, por ejemplo, coronar en gol una excepcional jugada colectiva. Ahora, con el resultado puesto, cuesta entender qué le pasó a un equipo con tanta experiencia copera, que había superado el vendaval al que los colombianos lo sometieron en el arranque.
Lo cierto es que la chapa final indica un 3-1 que suena a contundente, más allá de que estos dos goles de diferencia no sean la muestra más cabal del desarrollo del partido. Un partido que Boca supo manejar en el primer tiempo y del que perdió el control en el segundo, un poco por ese gol que ubica a Bobadilla como el villano de la película, y otro porque, cuando la pendiente a subir se le hizo muy pesada, se notó que sintió el esfuerzo del arranque (pareció que se tiró atrás un poco más de la cuenta). Pero, además, este 3-1 lleva incluido un gol a favor, el de Ledesma, que puede cotizarse bien la semana que viene, cuando en la revancha, la Bombonera sea la caldera que apichone a los colombianos. Y Boca, más que nunca, vuelva a ser el Boca copero.
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