Alvaro Uribe en su laberinto
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Uribe no calculó bien donde se estaba metiendo con la mediación de Chávez y Piedad Córdoba. Los últimos acontecimientos parecen haberlo colocado en un callejón de dificil salida. Así lo dice un análisis del diario el tiempo.
En poco tiempo, el presidente Alvaro Uribe pasó de tener a un grupo de mujeres gritando en la Plaza de Bolívar, a un concierto de jefes de Estado, cancilleres y personalidades exigiendo, en varias partes del mundo, el canje humanitario.
Por lo menos así comienzan a verlo en el exterior. Michael Shifter, de Interamerican Dialogue (un prestigioso instituto de Estados Unidos) se declaró “sorprendido” por el curso de los acontecimientos. “Pensábamos que Uribe sabía a lo que jugaba, pero, al parecer, las cosas se han salido de su control”, dijo.
Acostumbrado a los triunfos en el plano local, Uribe parece estar por primera vez en aprietos frente a un tema que toca su política exterior.
De la noche a la mañana, una de las opositoras más duras de Uribe, Piedad Córdoba, se convirtió en la “canciller” del acuerdo, mientras su ministro de Relaciones Exteriores, Fernando Araújo, visita colegios en Bogotá para contar cómo se fugó de las FARC.
Algunos creen que Uribe no calculó lo que significaba tener a Piedad Córdoba como “facilitadora” del intercambio. Y menos lo que se desencadenaría al aceptar que Chávez se autodesignara “mediador” y “garante” del canje.
El tema creció. Ya no se habla sólo de un intercambio de guerrilleros por secuestrados, como era en un principio, sino que Chávez quiere hablar con “Manuel Marulanda” -a quien Uribe considera el mayor terrorista del país-, de “geopolítica, de política latinoamericana”. Precisamente, el status que Uribe nunca ha querido reconocerle.
Es evidente su temor a que los actores internacionales (y su misma “facilitadora”) se salgan del libreto. Una fuente gubernamental advirtió en forma tajante que Chávez y Piedad deben limitarse a buscar que “esos secuestradores respondan sobre la liberación de los secuestrados, y hagan cero política”.
Lo que más le duele a Uribe es que, a raíz del acuerdo humanitario, las FARC puedan lograr reconocimiento político. Ni hablar, sostienen las fuentes, del “show” que implicaría la llegada de unos guerrilleros (para él terroristas) al Palacio de Miraflores, de corbata, a debatir sobre la realidad colombiana.
En este complicado ajedrez del intercambio humanitario también Washington ha comenzado a asomar la cabeza, al dar la bienvenida a todo esfuerzo que conduzca a la liberación de secuestrados. Una gran distancia frente al “no negociamos con terroristas”, que lo ha caracterizado. De hecho, ya se han comenzado a barajar posibilidades para resolver la situación de “Sonia”, “Simón Trinidad” y ahora “Mincho” (extraditado el jueves pasado).
Fuentes diplomáticas le dijeron al diario El Tiempo que abogados contratados por Venezuela estudian alternativas jurídicas y se han encontrado con tres: un acuerdo bilateral que permita a los guerrilleros extraditados completar sus sentencias en Colombia, enviarlos a un tercer país, o la conmutación de la pena. Todas suenan muy difíciles, especialmente mientras esté en la Casa Blanca un gobierno republicano. Pero las cosas podrían cambiar si gana un demócrata en 2008.
El tema es complicado para Washington. Las FARC podrían avanzar en el intercambio, pero negarse a liberar a los estadounidenses, mientras los suyos permanezcan en cárceles de Estados Unidos.
El rebote internacional del conflicto tuvo nuevos episodios en los últimos días. Mientras Uribe preparaba su discurso ante la ONU, los presidentes de Brasil y de Ecuador, cercanos a Chávez, ofrecían su territorio y su mediación para lograr el acuerdo. Además, el canciller francés, Bernard Kouchner, se preguntaba en Washington si Uribe apoyaba los esfuerzos de Chávez. Interrogante que Córdoba, de manera sorpresiva, reforzó. En España, el canciller Miguel Angel Moratinos alentaba a Chávez a hacer “todo lo que pueda facilitar el canje humanitario”. Y en París, el presidente Nicolas Sarkozy seguía empeñado en viajar a Colombia.
Uribe no tiene muchas salidas. Si desautoriza a Piedad o a Chávez, e intenta frenar a Sarkozy, volverá a ser el “malo de la película” ante la comunidad internacional. Además, en el caso de Chávez, están de por medio las relaciones comerciales y políticas con el socio más importante de la región. Y ni qué decir de Sarkozy, hoy muy influyente en Europa. A esta altura, el acuerdo humanitario es, para Uribe, un caballo desbocado.
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