jueves, 6 de enero de 2011

Una segunda oportunidad sobre la tierra



Un experto explica el ADN geológico de Gramalote, Norte de Santander, y las razones de su destrucción.

Gramalote, enclavado a una altura de 1.040 metros sobre el nivel del mar, en la estribaciones finales de la cordillera Oriental y con una edad geológica de 65 millones de años, merece una segunda oportunidad sobre la tierra si ajusta su futuro de acuerdo con los procedimientos de la ciencia y se desmarca de las trampas de las promesas políticas.

La evidencia indica que el destruido casco urbano de este municipio nortesantandereano se levantó en una zona geológica en donde subyacen arcillas pizarrosas negras a gris oscuro y limolitas (rocas de grano muy fino), pertenecientes a la denominada Formación Cogollo, con una edad de 65 millones de años, hija del período Cretácico de la era Mesozoica y en la cual los dinosaurios se extinguieron en la Tierra.

Adicionalmente, los estudios nos indican que alrededor del 17% del área urbanizada se encontraba construido sobre laderas que alcanzaban pendientes superiores a los 30 grados de inclinación. De hecho, estas pendientes colocaban gran parte de Gramalote sobre un plano perfecto de deslizamiento.

Por desgracia, las lluvias inclementes del último invierno, las cuales sobrepasaron en muy poco tiempo los registros históricos de promedio anual de precipitación, establecido en 1.700 milímetros de lluvia (Ideam, 2000), encontraron el escenario propicio para enterrar entre el lodo y las lágrimas de sus habitantes 153 años de historia.

Debido al fenómeno de ‘La Niña’, una gran cantidad de agua se infiltró en el suelo llenando los poros de los suelos. Como consecuencia, la masa de tierra se saturó, aumentando el peso de la misma y debilitando su consistencia, lo que provocó su caída sobre el municipio por efecto de la gravedad.

Al mismo tiempo, el volumen de masa en deslizamiento fue suficiente para producir un microsismo superficial de magnitud cercana a 3,0 en la escala de Ritchter. Es decir, una liberación de energía que destruyó completamente el pequeño casco urbano conformado por 8.000 viviendas, construidas en su mayoría con barro y caña brava.

En nuestra opinión, lo que sucedió en Gramalote abre la posibilidad de corregir todas las fallas que cubren el actual sistema de atención y prevención de desastres, pero sobre la base de estudios científicos y no con actos de demagogia institucional, terminando por sepultar la segunda oportunidad sobre la tierra que reclaman los hombres y las mujeres de este municipio nortesantandereano.

Un diagnóstico de geociencia

El caso de Gramalote debería permitir que cualquier espacio de tierra que las autoridades competentes de los niveles central, regional y local escojan para la refundación del municipio de Gramalote en el Norte de Santander debe ser evaluado por las técnicas más avanzadas de la geociencia.

La reconstrucción de Gramalote, destruido por un fenómeno de movimiento de una gran masa de tierra sobre las faldas de la cordillera Oriental, en el departamento Norte de Santander, debe contar con una rigurosa investigación científica que tiene su soporte fundamental en la geología estructural.

De no ser así, el desafío de proyectar el Gramalote del futuro podría incurrir en omisiones técnicas que no ayudarían a detectar los nuevos riesgos al que estarían potencialmente enfrentados los habitantes.

Los gestores que participarán en el diseño del nuevo Gramalote deben saber que el avance actual de la geociencia (estudio del planeta Tierra) ha permitido establecer lo que se denomina Evaluación de Amenaza por Movimientos en Masa.

En este sentido, el Grupo de Estándares para Movimientos en Masa (Gemma), organismo que agrupa las instituciones encargadas de brindar servicios nacionales en el campo de la geología y la minería, publicó en el año 2007 el documento Movimientos en masa en la región andina: una guía para la evaluación de amenazas.

El documento se editó a través del Proyecto Multinacional Andino: Geociencias para las comunidades Andinas, PMA: GCA, y contiene elementos científicos relevantes que resultan útiles para la reconstrucción de Gramalote. En primer lugar, debe impulsar la realización de estudios puntuales y regionales que incluyan aspectos relacionados con la evaluación de registros históricos de movimientos en masa; relación entre movimientos en masa y geología/geomorfología; el análisis multivariado entre la ocurrencia de movimientos en masa y parámetros como geología, geomorfología y geometría.

También podemos poner en marcha iniciativas que nos lleven a investigar la relación entre la ocurrencia de movimientos en masa, geometría de la ladera y registros históricos de precipitación y propiedades geotécnicas; modelamiento de niveles piezométricos en la ladera versus precipitación y de su relación con ocurrencia de movimientos en masa y el empleo de métodos probabilísticos que puedan mostrar hacia el futuro escenarios críticos a resolver.

Desde esta perspectiva, deben adicionalmente realizarse los estudios de morfotectónica, entendida como el conjunto de fenómenos que conducen a la formación del relieve del terreno y de neotectónica, la cual abarca el estudio de los movimientos y de las deformaciones de la corteza de nuestro planeta.

Es posible que las autoridades prescindan de llevar a cabo los estudios anteriores y pasen de nuevo por alto las recomendaciones que establecían los autores del estudio Esquema de Ordenamiento Territorial del Municipio de Gramalote (EOT), que se realizó en el año 2002, solicitando la elaboración de estudios de morfotectónica y neotectónica en las fallas de Las Mercedes, Ábrego y Gramalote, que son las más cercanas y atraviesan el interior del municipio.

El mismo estudio estableció un fenómeno de inestabilidad geológica evidenciada en la actividad morfodinámica superficial, lo cual explicaba con acierto los problemas que se presentaban en varias zonas de Gramalote, pero la débil información técnica que lo acompañaba no permitía prever la destrucción total del municipio.

Los suelos erosionados del Cretáceo, moldeados por el agua, el viento y las actividades humanas, presentaban una gran actividad morfodinámica. En el mismo EOT (2002) del municipio se encuentran consignados varios de los fenómenos que confirmaron la inestabilidad de los suelos.

A lo largo del estudio se identificó un fenómeno de remoción en masa en el sector llamado San Juan, como producto de la constante dilución de las capas superficiales de la roca calcárea; agrietamiento de viviendas en el barrio Gregorio Montes y la desestabilización del suelo generados por la erosión hídrica en el sector Jordán, al occidente del casco urbano de Gramalote.

Las herramientas científicas mencionadas son las únicas que nos pueden permitir la puesta en marcha de estrategias adecuadas para la planificación del uso del nuevo territorio, en donde se decida reubicar a Gramalote y de paso identificar las amenazas geológicas para la protección de sus habitantes.

*Profesor del Departamento de Geotecnia y Minería de la Universidad Francisco de Paula Santander.

Temporada de lluvias aceleró la destrucción de Gramalote

La catástrofe de Gramalote fue noticia nacional a mediados de diciembre del año pasado, cuando las calles y viviendas de este municipio nortesantanderano comenzaron a agrietarse. Literalmente la tierra se partió en dos y en medio del pánico los 3 mil habitantes del casco urbano huyeron hacia Cúcuta, Santiago y El Zulia para salvar sus vidas ante la amenaza de una avalancha. En minutos el cerro de La Cruz se desplomó como un castillo de naipes.

La temporada de lluvias, la más fuerte e intensa que ha afrontado el país en toda su historia, aceleró la desaparición de este municipio, al tiempo que hasta ahora deja más de dos millones de damnificados en el país.

La situación alcanzó tal gravedad, que días antes de que los colombianos se enteraran asombrados de que varios municipios del sur del Atlántico quedaron bajo el agua, el Gobierno Nacional se vio forzado a declarar la emergencia económica y social como fórmula para atender la emergencia y conseguir $10 billones para reconstruir la infraestructura destruida por el invierno.


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