sábado, 18 de diciembre de 2010

Falla geológica deja en ruinas al municipio Gramalote, Norte de Santander



Caos total. Desesperación, lágrimas e impotencia recorren las calles agrietadas de Gramalote. Ya no hay nada que hacer, la desaparición del pueblo es inminente.

Alrededor de 100 casas colapsaron en horas de la noche del viernes. A la iglesia San Rafael que este año cumplió 158 años una grieta amenaza con llevarla al piso. En cualquier momento las cúpulas podrían colapsar.

La causa del desastre esta vez atendía a la fragmentación del terreno que cedió ante la humedad que el suelo no pudo absorber. El cerro de La Cruz que desde hace quince días se había empezado a derrumbar, se deslizó con tal magnitud que enterró al barrio Nueva Granada. Casa Verde y Santa Anita colapsaron totalmente.

Desde temprano, muchos de los habitantes que habían evacuado sin sus enseres regresaron con camiones, volquetas y motos a recogerlos con la ilusión de que la madre tierra los dejara sacar lo que con años lograron conseguir con sacrificio.

Largas filas de estos vehículos se amontonaron a la entrada del pueblo. El tráfico y el afán de evacuar evitaba el libre tránsito por la angosta carretera que a Cúcuta comunica con Gramalote.

Trasteos colectivos fueron la constante. Aquí el odio y rencor entre vecinos quedó a un lado, todos se unieron como una familia. La solidaridad y los gestos de apoyo se daba de forma espontánea.

Los rostros ya muestran cansancio, la deshidratación producto del esfuerzo empieza a debilitar la esperanza de poder recuperar sus enseres. Las tiendas tratan de recuperar parte del surtido que tenían para abastecer las necesidades de la comunidad.

A muchos de los que lo perdieron todo se les suma otra preocupación: terminar de pagar la casa que con años soñaron para criar a sus hijos. Tomaban fotos para llevar como evidencia a los bancos que, según ellos, no creían que la naturaleza se les tragó sus sueños.

Otros habían arreglado sus hogares para pasar la navidad que se convirtió en la más oscura e incierta de los últimos tiempos. El presupuesto para la remodelación era producto de muchos años de esfuerzo. Entre 60 y 80 millones de pesos habían invertido, ayer vieron caer ladrillo a ladrillo su proyecto de vida.

El afán y falta de espacio por sacar sus enseres los obligó a dejar a uno de los integrantes más especiales de la familia. Aquel que acompañó, brindó seguridad y fidelidad quedó abandonado en la soledad de Gramalote. Las mascotas de los emigrantes quedaron como los únicos pobladores.

Sobre el mediodía el casco urbano ya parecía un pueblo fantasma. Todavía permanecían las estatuas insignias de este pueblo como la del padre Fecundino Jácome y Laureano Gómez, quienes acompañados de José, María, la mula y el buey, enmarcan la imagen triste y conmovedora de que este año, Gramalote no verá nacer al Niño Jesús.


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