domingo, 1 de agosto de 2010

Mensaje del señor obispo de Cúcuta, monseñor Jaime Prieto Amaya


A mis queridos hermanos sacerdotes y seminaristas,

A mis queridas hermanas religiosas,

A mi equipo de gobierno diocesano,

A la Curia diocesana, comisiones, animadores de los diferentes oficios diocesanos.

A todo este querido pueblo de Dios reunido en la Iglesia Particular que el Señor me ha confiado, que tanto ha orado por su Pastor, en su lecho de enfermo, que me llaman permanentemente. Salud y bendiciones en el Señor Jesús y en su Santísima Madre la virgen María.

Voy a contarles una historia de familia que he estado tentado a repetir. Hace más de 25 años mi papá Rogelio volvió a enfermar de cierta gravedad y tuvimos que llevarlo de urgencias a la clínica del Seguro Social, en la 26 en Bogotá. A los quince días de estar hospitalizado, después de la visita, mis hermanos llaman de urgencia de la clínica para informarnos que no encontraron a mi papá. Inmediatamente retornaron mis hermanos y constataron que no estaba su ropa y sus elementos de aseo.

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