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domingo, 3 de junio de 2007

Blas, Muchas Gracias

Blas Antonio Miguel Pérez Ortega, en la calle, es igual a como se ve en la cancha: se mueve de un lado a otro, no descuida detalle, mira para todos lados.

Por eso tiene fama de ser teso para ganar títulos: campeón con Árabe Unido en Panamá y con Cali y Cúcuta en Colombia. Y ahora dejó al equipo 'motilón' a 90 minutos de llegar nada menos que a la final de la Copa Libertadores de América.


El viernes, minutos antes de abordar el avión que lo iba a dejar en Panamá, llegó al aeropuerto con tres maletas llenas de elogios: menos de 24 horas antes, una volea y un tiro por encima del portero cambiaron un 0-1 saturado de silencios por un 2-1 cargado de ilusiones, y con el tercer gol, el de Rubén Bustos, puso a soñar en grande a 600.000 cucuteños.


Por eso le duele dejar la ciudad, así sea para presentarse a otro de sus objetivos grandes, la selección de su país, que el miércoles, horas antes de que Cúcuta juegue el partido de vuelta con Boca, debutará en la Copa Oro frente a la Honduras de Reinaldo Rueda. Así como corre para lado y lado en la cancha y en la vida, por él, jugaría los dos partidos.



"La verdad es que en este momento estoy un poco confundido. Tenemos hasta el miércoles para decidir si viajo directo a Argentina o si me quedo con la Selección. Es una situación difícil. Es mi país y es el Cúcuta y ambas cosas son muy importantes", afirmó el atacante panameño, que le pisa los talones a Salvador Cabañas, quien por ahora es el goleador de la Copa. El paraguayo del América de México lleva diez, el panameño completó ocho con los dos que le hizo a Boca. Un gran balance para una persona que estuvo a punto de cambiar los guayos y los balones por los bates y las manillas.


En todos los deportes


Si hubiera sido por su padre, Blas no sería futbolista, sino beisbolista. Y se entiende: por la época en la que vivió su niñez, los peloteros panameños se destacaban más que los futbolistas, aunque había referentes como el fallecido Rommel Fernández o el atacante Julio César Dely Valdés, por ellos, Blas se decidió por el balón. "No importaba cuál fuera mi posición en el campo. Lo clave era estar allí, jugando", afirma.


Pero no fue la única disciplina en la que se destacó: en 1992, a los 11 años, hizo parte de las selecciones infantiles de su país en baloncesto (fue alero) y voleibol (jugaba en la posición 3, por la izquierda, pegado a la malla, a pesar de ser de perfil derecho).

Hoy, Blas padre, que maneja un taxi en ciudad de Panamá, es su principal hincha. Es más: cuando el Cúcuta ganó su primera estrella, vio el partido en el restaurante Los Corrales, que vende comida típica colombiana, y se fundió con cerca de cien compatriotas que siguieron el juego contra el Tolima. La gente solo supo que el padre del goleador estaba en el local cuando se acabó el partido y alguien tomó un micrófono y lo señaló. Recibió tantos o más abrazos que su hijo. "Casi nunca puede venir a acompañarme, pero está pendiente de mí y me llama por teléfono", dice Blas. La otra herencia de su padre, aparte del deporte, son los tatuajes. Esa es otra historia.


Una vida marcada

El verdugo de Boca Juniors tiene nueve tatuajes para imitar a su padre, que también se los hizo marcar. Solo uno de ellos tiene que ver con el fútbol: "Tengo la bandera de mi país con tres pelotas de fútbol y una corona, y dice 'panameño'", explica. Hay otro con una imagen religiosa y la frase "En Dios confío". Pero su preferido es otro.


En su hombro derecho se lee "Nayeilis, motivo de inspiración", y entre el nombre y la frase hay una cara. Nayeilis es su hija mayor, de 7 años. Ella y su hijo Blas, de 2, son su gran incentivo. "Es el motivo para dejarlo todo en la cancha, siempre quiero que ellos estén bien y que tengan un buen futuro", afirma.



Y ese porvenir está muy ligado a lo que consiguió en Cúcuta, la cuarta escala de un viaje por tierras colombianas que comenzó en el 2003 en Envigado, que por ese entonces todavía estaba en primera división.


Después fue goleador de la B con Centauros de Villavicencio, con récord de anotaciones para una temporada (29); fue tentado por Millonarios, sacó campeón al Deportivo Cali en el Finalización 2005 y fue culpado de perder el bicampeonato al errar un penalti frente al Deportivo Pasto en la final del Apertura 2006. Eso le costó el destierro del Pascual Guerrero y un supuesto purgatorio en Cúcuta, que al final resultó ser un paraíso. "Estoy feliz por lo que le he podido dar al Cúcuta en este año que llevo en la ciudad y porque la gente acá también me ha dado mucho", asegura.
El futuro de Pérez está en España, donde el Hércules de Alicante, equipo que acaba de salvarse del descenso a Segunda B y que en la próxima temporada aspira al ascenso, desembolsará 3,5 millones de dólares por el 50 por ciento de sus derechos deportivos. Tal como pasó con Cúcuta y Cali, será una revancha.


Blas ya tuvo una experiencia en Europa. Antes de que Colombia se atravesara en su camino, hizo una prueba en el Cherno More Varna de Bulgaria. Iba a quedarse, pero pasó trabajos: entrenaba como si estuviera solo, no pudo con el idioma, vivía con tres nigerianos y al final, el empresario que tenía no cerró el negocio. Ahora, más maduro, quiere demostrar que sabe moverse en todos los frentes y que es un hombre teso a la hora de ganar títulos.


Hoja de vida
Blas Pérez nació el 13 de marzo de 1981. Mide 1,87 metros y pesa 79 kilogramos. Debutó como profesional en el 2000 en el Panamá Viejo. Después pasó al Árabe Unido. Llegó a Colombia en el 2003 para Envigado (29 partidos, 6 goles). En el 2004 es goleador de la B con Centauros (29 goles). Pasó al Cali en el 2005 y fue campeón del Finalización (56 juegos, 20 tantos). En el Cúcuta lleva 23 goles en 44 encuentros, entre Copa y torneo local.
Agradecimiento




"En el único equipo colombiano en el que quiero jugar es en el Cúcuta Deportivo". Blas Pérez



Gabriel BriceñoRedactor Deportes EL TIEMPO

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