miércoles, 19 de enero de 2011

La salud llegó a Gramalote


Después del 17 de diciembre de 2010 a Gramalote, el pueblo que se derrumbó en tiempo récord, sólo han regresado algunos de sus habitantes a ver qué pueden recuperar, unos cuantos policías a cuidar lo que ya no existe y la Cruz Roja Colombiana con unidades móviles de salud y ayuda humanitaria.

El mismo día de la catástrofe, 12 voluntarios de la Institución llegaron en la tarde. Algunas construcciones ya habían caído y quedaban por evacuar aùn muchos habitantes. Cuentan los voluntarios que no recuerdan cuántos ancianos sacaron del hospital y los subieron a las ambulancias, unidades móviles y diferentes vehículos. También cuentan que uno que otro habitante se negaba a salir de su casa y que finalmente cedió ante el inminente peligro de perder la vida.

Como muchas de las personas que presenciaron la desaparición de este pueblo, cuentan que la tierra rugía, las construcciones crujían y las estructuras colapsaban como un castillo de arena. También narran cómo la tierra hacía ondas y después quedaba totalmente partida en grietas por las que perfectamente cabía una persona.

Los gramaloteños quedaron aislados del mundo, quienes viven en las áreas rurales no tenían dónde vender sus productos y tampoco vías de acceso para llegar a otras poblaciones con ellos.

Como el hospital, los consultorios privados y todo lo que pueda parecerse a un servicio de salud quedó destruido, también todos los inconvenientes relacionados quedaron sin quién pudiera resolverlos.

Por lo mismo, los voluntarios de la Cruz Roja Colombiana, coordinados por la psicóloga y también voluntaria Margarita Montoya, se dirigieron a Gramalote para instalar allí una Unidad Móvil de Salud.

En un sitio denominado La Vocacional, ubicado en la Zona 4 del área rural de Gramalote se instalaron los consultorios de psicología, medicina y enfermería, una farmacia básica y un espacio para el peso y talla de los niños, niñas y mujeres en período de gestación.

Los habitantes de las veredas La Garza, Miraflores, Boyacá y Valderrama, 500 familias en total, fueron atendidos por esta Unidad Móvil de Salud, durante cuatro días. Para que esto fuera posible y teniendo en cuenta el estado de las vías, los equipos fueron movilizados en vehículos de la Cruz Roja Colombiana hasta el puente antes de llegar a la población, luego cargados por los médicos, enfermeras, psicólogas y voluntarios por la ladera y a través del pueblo, después hasta dos kilómetros más allá donde un camión los esperaba para llevarlos hasta su sitio de trabajo.

Sin embargo, cuenta la psicóloga que coordinó el equipo, todo valió la pena. Desde el 17 de diciembre algunos niños no habían recibido sus medicinas acostumbradas, algunos campesinos habían sufrido heridas sin recibir ninguna atención y todos estaban poseídos por el pánico porque no sabían si también sus fincas y tierras tendrían el mismo destino de la cabecera municipal.

Cuando la Unidad Móvil de Salud salió de Gramalote, la gente de las veredas los despidió con una gran sonrisa en sus labios, con profunda gratitud. Casi podría decirse que en sus sonrisas se podía leer la tranquilidad de creer que los de la Cruz Roja habían llegado para sanar sus males y se había llevado con ellos todas las posibilidades de sufrimiento existentes.


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