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lunes, 9 de agosto de 2010

En la frontera se respira esperanza


Nadie está ganando un peso en Cúcuta. Ni el que cambia bolívares y pesos, tampoco el comerciante de confecciones o de electrodomésticos del centro de la ciudad, los taxistas mucho menos y ni hablar de los pimpineros que venden gasolina en cualquier esquina de la capital nortesantandereana.

Ruina, escasez, desempleo, angustia, miedo, pérdidas. Esas son las frases más frecuentes que se oye en la ciudad cuando se pregunta por la situación económica.

Hace tres años que Matilde Barreto Castro se instaló en el lado colombiano del puente Simón Bolívar a cambiar pesos y bolívares. Pero el negocio va bastante mal a causa de la devaluación de la moneda venezolana frente al peso. Un bolívar fuerte equivale a 250 pesos en el mercado negro, lo que ahuyentó a los del otro lado de la frontera, para quienes no es rentable cruzar el río Táchira para comprar productos colombianos. Antes de la crisis comercial podía cambiar hasta tres millones de pesos al día. El promedio de hoy es de 460.000 pesos.

Maribel Rojas es otra cucuteña afectada por el lío diplomático entre los vecinos. Hace siete años que vende gasolina venezolana y las ventas están por el piso, con una caída que ella tasa en el 55 por ciento.

Pero dice que todo va a cambiar cuando el presidente Juan Manuel Santos se siente a conversar con Hugo Chávez. "Es que la relación con Uribe francamente iba de mal en peor", dice la mujer que no se acostumbra al vaivén que tienen las relaciones de los países en los últimos años.

Y es que la ciudad se ha convertido en el amortiguador de los enfrentamientos entre los Gobiernos. Para la muestra un sólo dato. Mientras que en el 2009 las ventas en todo el país cayeron 0,1 por ciento, en solo Cúcuta y su zona de influencia la baja llegó al 15,9 por ciento, según datos de los comerciantes. Lo peor es que en lo que va de 2010 el daño supera de lejos el 30 por ciento.

Eso lo sabe Paola Claro, empleada de un almacén del centro comercial Alejandría. Señala que estaba acostumbrada a pasillos repletos de compradores venezolanos que ahora llegan esporádicamente.

Pero Fernando Carrillo, propietario de otro almacén confía en que la situación se normalice con Santos y que la esperanza de negocios productivos con Venezuela vuelva a la normalidad.


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