El ex ministro Alberto Carrasquilla, quien pasó del Ministerio de Hacienda a asesor del principal banquero del país, ha presentado una propuesta cambiaria cuya particular “virtud” es abrir una nueva y lucrativa oportunidad de negocios al sistema financiero.
Su propuesta, enmarcada en el viejo anhelo de este economista de destruir la moneda nacional, consiste en dolarizar la obligación laboral de empresas cuyos ingresos provengan al menos en un 80% de las exportaciones y cumplan otros requisitos. Para dicho propósito plantea crear un fideicomiso cuyo capital semilla sería aportado por el gobierno, y cuya función sería garantizar la conversión cambiaria de dichos gastos laborales a una tasa de cambio previamente definida. En términos prácticos concluye Carrasquilla,“ Nada impide, de otra parte, que la administración fiduciaria escogida para hacer operativo el esquema mes tras mes busque en el mercado financiero mecanismos de cobertura que minimicen el impacto potencial de la medida sobre el bolsillo de los contribuyentes”. He ahí su verdadera naturaleza distributiva: crear nuevos nichos de negocios al capital financiero. Es, en esencia, el mismo remedio a la revaluación aplicado durante su ministerio; subsidios a sectores escogidos discrecionalmente y otorgados mediante la figura de incentivos de cobertura cambiaria, productos que por supuesto generaban rentas al sector financiero.
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