domingo, 7 de marzo de 2010

La responsabilidad en la función pública


Para infortunio de todos hemos venido aceptando con paciencia benedictina y hasta con indiferencia, a muchos de los sujetos menos indicados que resultan de la noche a la mañana según dicen, haciendo un enorme y costoso sacrificio al haber tenido que aceptar una obligante invitación que alguien les habría formulado, para que decidieran ser sus acompañantes en el ejercicio de funciones públicas. De esta forma muchos vivos logran ejercer oficios públicos, puesto que éstos desean en lo recóndito de su alma, estimular su ego dándose una pasadita temporal por la burocracia manejando bienes y recursos de la comunidad, quizás con la posibilidad de conseguir un pasaporte diplomático, navegar en carros oficiales blindados, de vidrios polarizados de uso prohibido, seguidos por inútiles y peligrosos escoltas armados, de quienes como de sus amos no se conoce su naturaleza ni las leyes que los rigen y que nadie sabe en donde están contenidas.

Al finalizar el encargo y hacer dejación de todas las prebendas, no se les piden cuentas, no se les investiga para establecer cómo fue su comportamiento durante el tiempo en el cual gozaron del honor de representar funciones públicas y a ninguno se le concretan responsabilidades o se le imponen cargas que deba resarcir por cuenta de las omisiones, desviaciones, audacias e interpretaciones acomodaticias de las leyes y de los reglamentos que en forma deliberada o que “por ignorancia” no cumplieron o dejaron de cumplir. Es como si al período de honores siguiera un tiempo para la impunidad.

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