domingo, 7 de febrero de 2010

La burocracia obstinada


A lo largo de estos últimos siete años el país atormentado aprendió a tolerar el comportamiento que casi como regla general se ha venido imponiendo entre algunos servidores del Estado, y es aquel caracterizado por su obstinación en mantenerse aferrados a sus propios errores. Dadas las recaídas permanentes y su persistencia en ellos, no pareciera existir explicación posible para intentar comprender los motivos que originan el elevado grado de protección del que gozan tales funcionarios, en las esferas gubernamentales próximas a la Casa de Nariño. Quizás habría que intentar buscarlas más allá de lo que es la simple carencia de idoneidad y la ineptitud para el desempeño de los cargos que les fueron confiados, pues la acumulación de errores sumado el gravísimo efecto que ello tiene en la población, viene precipitando el desmoronamiento del prestigio que logró acumular su superior inmediato, el gobernante, quien solo parece ocuparse en utilizar sus últimas fuerzas para mantenerlos como atornillados en la nómina oficial. Lo más preocupante es que tales funcionarios perdieron hace tiempo cualquier atisbo de propósito de enmienda y carecen ya de la posibilidad de sonrojarse, por lo cual cada vez alejan más las posibilidades para corregir sus desaciertos y lograr detener el grave daño que le vienen ocasionando al país. “Dadme un error y os daré la inamovilidad en el cargo”, pareciera ser la regla de oro que anima parte de la gestión pública.

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