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domingo, 2 de agosto de 2009

Jugando con fuego


Está claro que el presidente venezolano quiere, pero no puede, apretar más al gobierno colombiano que, con el tiempo, le logró imponer a Chávez el lastre de cargar la sospecha de nexos con las Farc, que ya en el caso Correa demostró su peligrosidad

SI ALGO quedó claro en los últimos seis días es que los gobiernos Uribe y Chávez son como el agua y el aceite. El problema radica en que así como las distancias entre uno y otro terminan siendo muy visibles, están condenados a seguir unidos por sus propias fronteras.

Más allá de la beligerancia verbal que distingue a ambos mandatarios -otra cosa es que Uribe siempre se controla cuando se trata de Venezuela-, es claro que tanto Bogotá como Caracas saben que deben aprender a convivir con las sospechas y prevenciones mutuas, y que éstas no van a desaparecer ni el corto, mediano o largo plazos.

Para algunos analistas, en medio de todo el cuadro de tensión andina, la ventaja final, quien lo diría, terminaría siendo para Chávez y el presidente ecuatoriano Rafael Correa, toda vez que éstos están recién elegidos mientras que al colombiano le resta un año en el poder, puesto que difícilmente el proyecto de referendo reeleccionista que hace curso en el Congreso podría resucitar del estado agónico en que se encuentra. El riesgo para ellos, paradójicamente, sea forzar a que por cualquier vía Uribe pueda seguir en la Casa de Nariño, puesto que ha demostrado ser un contradictor bastante duro.

Vea más en: Cúcuta Política


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