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domingo, 17 de mayo de 2009

Los tributos imposibles


Se cuenta en algunos anecdotarios que durante la primera mitad del siglo pasado, la bulla producida por las peticiones de los empresarios al gobierno, era de tal naturaleza y tan grande su estridencia que no obstante encontrarse por segunda vez ocupando la Presidencia de la República el doctor López Pumarejo, atormentado con ello y para aligerarse de las cargas propias del oficio, decidió pedirles a los empresarios que se organizaran y que a continuación, procedieran a designar a un vocero que los representara y con el cual él pudiera dialogar, discutir o fijar los términos de sus desacuerdos, iniciativa que dio origen a la Asociación Nacional de Industriales.

El Presidente López consideraba útil para lograr la gobernabilidad en su segundo periodo, poder tener como interlocutor en el sector empresarial a un líder el cual, reunidas algunas condiciones especiales en su personalidad, además tuviera la capacidad para domeñar a su clientela, bien por las zanahorias conseguidas con el gobierno así como por las cajas destempladas que el interés general y las conveniencias nacionales impusieran.

López el Viejo intentaba trazarle unas rayas infranqueables a las presiones indebidas, al lobby irracional y a la intromisión ilegítima de los particulares en los asuntos del Estado. De pronto por andar en éstas no se percató de lo que acontecía con su primogénito y aquí apareció otro problema que tendería hoy a hacer metástasis.

Vea más en: Cúcuta Empresarial

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