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domingo, 20 de julio de 2008

El agosto del Ministro de Protección Social

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El problema es la forma en que la planilla de la 'Pila' fue implementada.
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Un funcionario público es un ser humano que de un plumazo puede cambiarles el día a otros millones de seres humanos.
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Digamos que un zapatero en Cúcuta ha planeado pasar su lunes haciendo diligencias: comprando tres frascos de pegante, intentando cobrarle a un cliente que le debe, entregando un par de pedidos pendientes.
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Pero de repente se entera aterrorizado de que en la lejana Bogotá, a 621 kilómetros de su zapatería, un ministro ha ordenado algo que afecta de manera directa su vida, la salud de su familia, su propia posibilidad de una pensión. En vez de las tres diligencias, el hombre pasará entonces su lunes en una larga cola, a la intemperie, tratando de solucionar un problema que en un mundo bien intencionado tomaría 20 segundos.
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Este poder le otorga al funcionario público la potencialidad de convertirse en un verdadero endriago social, una criatura que toca vidas, pero no para beneficiarlas, sino para arruinarlas, para calentarles la cabeza, para convertir su pequeña iniciativa privada en una réplica del ineficiente sector público: el zapatero remienda con destreza, pero ese lunes no remendó, ni compró, ni cobró, ni entregó, sino que se transformó en un burócrata temporal.
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Es cierto. En el código genético de ese monstruo de un millón de cabezas llamado "cola" está la presencia viva del bolígrafo de un funcionario desacertado. La cola no es más que la versión longitudinal del error administrativo: en las colas de Colombia ha llovido y los colombianos se han mojado, ha arreciado el calor y los colombianos se han muerto de infarto, ha habido inconformidad y los ventanales han terminado hechos trizas.
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Más que en ninguna otra parte del mundo, en Colombia los caminos del infierno están pavimentados, y no propiamente con relleno fluido, de buenas intenciones. No es una mala idea que los aportes parafiscales del sistema de seguridad social se unifiquen en una sola planilla, con el propósito de controlar la evasión. Incluso el zapatero, al pagar salud y pensión en un solo documento, termina haciendo una diligencia menos al mes.
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El problema es la forma en que la famosa planilla, irónicamente nombrada con una noción tan dinámica como la de PILA, fue implementada, y el subsecuente desastre: a viernes pasado, por ejemplo, si un trabajador independiente intentaba hacer su contribución a través de la página web del banco más popular de Colombia, el Bancolombia, inevitablemente era conducido a un error que decía: "¡Internal Server Error!". Si el ciudadano acudía al banco, allí una funcionaria, igual de apabullada, le respondía algo así como:
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-¡Aquí tampoco sabemos qué hacer!
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Al mismo tiempo, en las colas de los operadores se escuchaban las más insólitas historias, como la de la ventanilla que se cerraba intempestivamente, mientras un portero furibundo anunciaba a los gritos que allí por hoy ya no se atiende más.
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Ya casi es agosto, el mes en que el problema empeorará. Sabemos que muchas EPS utilizaban el antiguo sistema de pagos para filtrar sus servicios. Solicitaba un usuario una cita, o llegaba a una Urgencia, y le decían que no había pagado. El paciente podía mostrar el recibo de pago, pero ni aun así lo atendían. El paciente y su familia tenían que emplearse a fondo, hacer varias llamadas, enviar múltiples faxes, para lograr el servicio que habían pagado oportunamente. Muchos, ante la emergencia, optaban por pagar por la atención médica, sembrándose la duda de si no era esa la intención inicial de la EPS.
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Resulta fácil suponer que las lluvias de julio no son sino el preludio de la gran tempestad de agosto. En miles de casos, las EPS argumentarán que no han recibido el pago, mientras este estará embolatado entre las redes siniestras de un sistema que no amerita el rótulo de social y que fundamenta su accionar en los procederes del "doctor Tutela".
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Será un agosto siniestro, no muy saludable, pero quizá perfecto para que Diego Palacio dé el paso que los colombianos ansiamos.
El Tiempo

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