sábado, 9 de junio de 2007

El partido de sus vidas


“¿Quieres saber por qué el fútbol es el mejor deporte? Porque lo único que se necesita es una pelota y un espacio abierto. No hace falta un equipamiento lujoso, no hace falta ser grande, fuerte o alto. Es el más demócrata de los deportes, el deporte del pueblo, el deporte de tu gente. Y el deporte de América en el futuro”.


Es una frase del filme El partido de sus vidas (The game of their lives) (2005), que vi ayer y que recomiendo a todos. De los mismos creadores de una de mis películas predilectas, Hoosiers, trata sobre la selección de Estados Unidos que fue capaz de vencer a Inglaterra en el Mundial de Brasil de 1950.


Pese a la dramatización y algunas inexactitudes históricas, es una película recomendable para todo aficionado al fútbol. Se centra sobre todo en el grupo de jugadores que procedía de St. Louis, ciudad que aportaba hasta seis jugadores al equipo, la mayoría de origen italiano. Sigue su periplo desde su reclutamiento con el equipo nacional hasta el histórico partido ante los ingleses, una de las campanadas más sonadas de la historia de los Mundiales. Como la historia es bien conocida, aunque en algunos casos con más dosis de mito que de realidad, prefiero centrarme aquí en comentar el filme.


Aquel equipo estaba formado por un grupo heterogéneo de jugadores, en su mayoría americanos de primera generación o nacionalizados procedentes de Italia, Alemania, Bélgica, Escocia o de Haití, como es el caso de Joe Gaetjens, el goleador de aquel partido y que viajó a Brasil con un pasaporte falso americano; jamás consiguió la nacionalidad. También viajaron sin pasaporte el medio derecho Edward Mcllvenny y el lateral izquierdo Joseph Maca, el único que luego sí conseguiría la nacionalidad.


Con la narración en flashback de Dent McSkimming, el único periodista norteamericano que viajó a Brasil para seguir el Mundial, el filme sigue el cliché del sueño americano; afrontar todos los problemas que se presentan para superarse a sí mismo y lograr la victoria final. Y los integrantes de la plantilla tienen que superar todo tipo de problemas personales- Abandonar sus trabajos y sus compromisos familiares-, y sobre todo deportivos.


Asistimos a la difícil adaptación del equipo, poco acostumbrados a jugar juntos y con grandes diferencias de actitud y de forma de jugar entre los de St. Louis y el resto de seleccionados. El portero Frank Borghi es el capitán al que los jugadores de St. Luis hacen caso, mientras Walter Bahr, procedente de Philadelphia y de origen alemán, trata de hacerse el líder del equipo y consensúa sus decisiones con Borghi. Mientras los de St. Louis forman un grupo de carácter atacante y basado en la improvisación, Bahr intenta dar al equipo un carácter más cauto, consciente de su inferioridad sobre el resto de selecciones.


Toda la película es la preparación para ese partido contra Inglaterra; lamentablemente, se saltan el partido que previamente disputaron contra España y que perdieron por 3-1. Antes del partido final, asistimos a unos cuantos partidos de preparación, incluido uno que disputan contra una selección de jugadores ingleses tras el cual, la estrella de la selección británica Mortensen les desea “unas buenas vacaciones en Brasil”. La acción en los partidos, eso sí, es muy real, la mejor que he visto en una película de estas características.


Pequeños detalles centrados en la multiculturalidad del grupo, el pasado como soldados de la II Guerra Mundial de la mayoría de jugadores y el hecho de que a la vez que se inicia el Mundial también comienzan las hostilidades de la Guerra de Corea, completan un relato sencillo y emotivo. Ahora me falta ver el “otro” Partido de sus vidas: el documental homónimo del 2002 que trata sobre la selección de Corea del Norte que derrotó a Italia en el Mundial de 1966.

Cortesía: www.notasdefutbol.com

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