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martes, 22 de mayo de 2007

CÚCUTA ENLOQUECIÓ CON EL FÚTBOL

En tan solo un año y medio, en esta ciudad la gente ya no habla de los 40 grados de temperatura, sino del fenómeno del Cúcuta Deportivo, un equipo que ascendió a primera división en 2005, ganó el campeonato y se perfila como uno de los mejores clubes de América.



Esa noche, forzando sus ojos marchitos para distinguir algún color, Rodolfo Yáñez percibió una explosión de luces en el vidrio de su habitación, la 425 de la clínica del Seguro Social de Cúcuta. Y, aunque las lágrimas nublaron los reflejos rojos, verdes y amarillos, ‘El Loco’ Yáñez sintió, a la distancia, lo que más disfrutaba antes de empezar a quedarse ciego: los voladores en el estadio General Santander, que anuncian un triunfo más de su Cúcuta Deportivo. “¡Yo soy el hincha más arrecho, es como mi moza!”, grita, y le tira un beso al escudo que cuelga de la bolsa de suero que lo mantiene estable.Yáñez tiene 57 años, una camiseta de rayas rojas y negras que no se quita desde hace 15 temporadas, y sufre de insuficiencias en los riñones y el corazón. Lo que lo mantiene con vida, confiesa, son los recuerdos de su pasión: cuenta que el equipo nació en el 49, que en el 54 se retiró del torneo por problemas económicos y que diez años después quedó de subcampeón. Recita de memoria los nombres y las hazañas de Eusebio ‘El Gato’ Tejera y de Schuber Gambeta, campeones del mundo en 1950 con Uruguay, y jugadores del equipo en el 51; se pierde en el subcampeonato de 1988, cuando fumaba marihuana, el pelo le bajaba hasta el culo y la barba le tapaba la barriga; y llora, siempre llora, cuando recuerda la “pesadilla” del descenso a la segunda división. Esa a la que su “amado” bajó en 1995 y luego en el 96.



Pero por estos días, todos los cucuteños, hasta ‘El Loco’, se olvidaron de la primera B. Ahora hablan es de la Copa Toyota Libertadores, un torneo al que llegaron como los primíparos, los que no tenían nada que perder, y en el que, a punta de goles sorpresivos y triunfos inesperados, se convirtieron en el equipo revelación, pasaron a ser los protagonistas y ahora están a un paso de la semifinal. El renacimiento empezó cuando el alcalde actual, Ramiro Suárez, decidió que el equipo debía volver a manos del municipio. Cuenta Suárez que, durante su campaña a la alcaldía, los cucuteños le decían: “Así no haga nada más, prométanos que va a salvar al Cúcuta”. Y él, hincha fiel, consiguió 12 inversionistas, recaudó 1.200 millones de pesos y presionó al anterior dueño, Efraín Pachón, para que firmara la venta.


Hoy, acepta que la ciudad resurgió de la mano del Cúcuta Deportivo, y que el sentimiento de pertenencia crece cada vez que Blas Pérez anota un gol, Macnelly Torres hace un túnel o Robinson Zapata detiene un cañonazo. Y con el equipo, se desarrolló también la ciudad: se construyeron tres centros comerciales, siete puentes y la capacidad del estadio creció de 18.000 a 42.000 hinchas. A pesar de que fue señalado por Salvatore Mancuso como uno de los políticos beneficiados por el paramilitarismo, estos logros futbolísticos y de desarrollo tienen a Suárez, según cálculos de la Alcaldía, con más del 80% de popularidad entre los cucuteños.De repente, esa ciudad que durante nueve años –los que duró en la B– se había olvidado de su equipo de fútbol, se enloqueció hasta convertirse en una congregación, casi religiosa, de 1.2 millones de personas unidas en torno al Cúcuta Deportivo.



En un pacto silencioso e implícito, misceláneas, droguerías, ferreterías, bares y asaderos adornaron sus fachadas con banderas del equipo; los taxistas forraron el capó, el techo y las ventanas de sus carros con trapos ‘rojinegros’, y ya no hablan con sus pasajeros del calor infernal de la ciudad al mediodía (40 grados centígrados), sino de la “berraquera motilona”; los jóvenes de carros bullosos cambiaron el reguetón por un CD con los cánticos del equipo, los puestos ambulantes de camisetas “no oficiales” venden hasta un millón de pesos los días de los partidos y las piedras de las aceras están pintadas con parches rojos y negros, como si fueran el balón oficial de la ciudad.


Cuando el equipo cayó a la segunda división, a ‘Peluche’ (el jefe actual de la Asociación de barras de Cúcuta) lo embistió una gastritis que, “de tanto sufrir”, resultó en una hernia hiatal operada de urgencia. El médico, acostumbrado a oír sus historias nostálgicas de cómo fundó su primera barra (Los doblemente gloriosos) con 70 comerciantes de azúcar y granos, y consciente de que ese hombre compacto, de cachetes inflados y bigote delgado, había organizado a miles de personas en torno a un equipo hasta entonces acostumbrado a las derrotas, le prohibió comer sólidos, hacer esfuerzos físicos y viajar a ver al equipo. Pero ‘Peluche’, terco como su afición, organizó una caravana de buses rumbo al estadio Centenario de Armenia, donde el Cúcuta se jugaba su última opción para salvarse del descenso. Tal y como el doctor le había pronosticado, dos de los puntos que tenían su estómago amarrado se le reventaron en medio de la convulsión del partido. ‘Peluche’ siguió alentando con el redoblante hasta que el partido terminó.En los siguientes nueve años, ‘Peluche’ se separó de su mujer, se volvió un borracho incómodo e, igual que al Cúcuta, se le acabaron las ganas de vivir. Para agudizar el sufrimiento, su barra ‘doblemente gloriosa’ se redujo a dos integrantes –él y su hijo–. ‘El Loco’, por su parte, se dedicó a seguir los partidos del Cúcuta, pero de básquet, y Carlos Humberto Ortega, quien lleva 25 años comentando para RCN Radio los partidos del equipo, recuerda haber contado solo seis hinchas en un partido en el General Santander. Los niños, que antes nacían condenados a ser ‘motilones’, salían ahora a las calles con camisetas del América de Cali y del Nacional de Medellín, y si les preguntaban por el ‘glorioso’ Cúcuta Deportivo, lo relacionaban con un equipo perdedor que solo les gustaba a los viejos, como Rodolfo, ‘Peluche’ y Ortega, quien también fue víctima de la pasión ‘rojinegra’. Fue el día de la final de la primera B, minutos antes de que el Cúcuta hiciera el gol definitivo para volver a primera división, cuando el experimentado periodista sufrió un preinfarto. “¡Es que pensé que nos quedábamos en la B!”, comenta horas antes del partido del Cúcuta contra el Nacional de Uruguay, por los cuartos de final de la Copa Libertadores.Esa noche del martes 15 de mayo, el Cúcuta ganó 2 a 0. El estadio se llenó hasta los postes del alumbrado, las calles de la ciudad se forraron de rojo y negro, y el ‘Loco Rodolfo’ volvió a percibir los rayos de colores en la ventana del hospital. “¡Jue…! ¡Ganamos! ¡Un día de estos el Cúcuta me va a matar!”. Ni los médicos, ni ‘Peluche’, ni Ortega, descartan esa posibilidad.

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